JAIME
El
camino hacia Harrenhal parecía eterno. El muchacho estaba deseando llegar allí
para ver a su hermana. El rey Aerys II había confirmado su asistencia e iría
acompañado de toda la familia real y de la Mano. Padre no dejaría a Cersei en
Desembarco sola, sino que aprovecharía el torneo de Lord Whent para exhibir a
su hija. Jaime esperaba que no encontrara a ningún candidato para casarla.
Cersei debía ser fuerte e intentar oponerse a lo que su padre decidiera. Pero
no era sencillo para una muchacha negarse a contraer matrimonio. ¿Qué excusa le
iba a poner? Él tenía la de ser miembro de la Guardia Real, ¿pero ella? Rezaba
mentalmente para que Cersei no saliera de allí comprometida con nadie.
Su
pensamiento pasó de una preocupación a otra: Tyrion. Después de que el niño lo
sorprendiera dándose placer mientras pensaba en Cersei, apenas pudo hablar con
él. Estaba avergonzado y se marchó ese mismo día de Roca Casterly tras leer la
invitación para el torneo. ¿Cómo iba a explicarle lo que había visto? Era
demasiado pequeño para entender nada sobre sexo, y menos algo tan… poco
natural. Porque, a pesar de que no podía evitar la atracción que sentía por su
hermana, sabía que eso no estaba bien. Ellos no eran Targaryen, no se iban a
casar ni a tener hijos. Y, de tenerlos, su descendencia sería maldita,
monstruosa o, como en el caso del rey Aerys, demente. Odiaba haberse separado
de su hermano pequeño así. Él no estaba enfadado con Tyrion, sino consigo
mismo. Le dolía que el niño estuviera triste pensando que él también lo odiaba,
como Padre y Cersei. Jaime era su único valedor en la familia.
El
torneo de Lord Whent le serviría para desahogarse y demostrar su valía ante su
padre y ante toda la familia real. No había sido nombrado caballero con quince
años por nada: siendo un simple escudero, salvó la vida de Lord Sumner Crakehall
durante la campaña contra la Hermandad del Bosque Real. Ser Arthur Dayne fue el
encargado de concederle tal honor. Tenía ganas de reencontrarse con él y formar
parte de la Guardia Real.
Tras
varios días de camino, tanto Jaime como la pequeña comitiva que lo acompañaba
desde Roca Casterly, llegaron a Harrenhal. Las torres semidestruidas recordaban
los lejanos tiempos de Aegon el Conquistador, cuando los Targaryen tomaron
Poniente. Ahora parecían estar en decadencia. Penetraron en el castillo y
fueron recibidos por varios criados, que se ocuparon de las monturas y de
indicarles sus alojamientos. Jaime preguntó por la Mano del Rey a una de las
mozas. «Señor, Lord Tywin ha excusado su presencia en el torneo.» El muchacho
evitó reflejar en su rostro lo que sentía por dentro: rabia. Su padre no lo
había perdonado y había preferido quedarse en Desembarco como protesta. Y si él
estaba allí, Cersei también. ¿Hasta cuándo iban a poder mantener la farsa? Su
hermana siempre lo veía todo muy sencillo, pero Lord Tywin sabía cómo dar donde
más dolía. Era un hombre amargado desde que su esposa había muerto. Antes de eso
había sido un padre cariñoso con ellos, no especialmente risueño, pero sí
amable. Con el fallecimiento de Lady Joanna aquella felicidad desapareció para
siempre y Tyrion era con el que más pagaba su mal carácter, aunque estaba claro
que ni él ni Cersei se libraban de ello tampoco.
Malhumorado,
se dirigió hacia el cuarto que habían dispuesto para él. Decidió bañarse para
que se le pasara el malestar que sentía por dentro. Mientras se enjabonaba, no
pudo evitar excitarse pensando en que era Cersei quien lo hacía y terminó por
masturbarse. Cuando acabó había eliminado toda la tensión que había acumulado
esos días, pero empezó a llorar. Y no sabía por qué.
Gracias de nuevo, cada día me gusta más. Que bonito lo cuentas ;)
ResponderEliminarCristina
Me alegro, guapa. Los Lannister dan mucho juego :)
EliminarAthena, me inclino ante tus dotes descriptivas, sabes cómo enganchar y me encanta tu estilo. Muy buen capítulo, como siempre ;)
ResponderEliminar¡Besos!
¡Gracias! Se hace lo que se puede :)
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