CERSEI
El
tedio se había adueñado de ella y pasaba la mayor parte del tiempo en su
cuarto, recostada en el lecho. La guerra entre Robert y Aerys se había dilatado
en el tiempo más de lo esperado. Echaba de menos a Jaime, demasiado. Esa
dependencia no podía ser buena, porque la debilitaba y la hacía vulnerable. El
amor era una enfermedad que la consumía. No podía evitar sentir que estaba
incompleta. Años sin su otra mitad y ahora, tras el lejano y breve reencuentro,
de nuevo sin él. Se consolaba recordando la noche que pasaron en Desembarco…
Pero no era suficiente. Su mal humor iba creciendo y lo pagaba con Tyrion
siempre que tenía oportunidad, ya que con su padre le era imposible. Había
hablado con él para convencerlo de que, siendo Jaime un capa blanca y Tyrion un
tullido, ella era la legítima heredera de Roca Casterly. Era una Lannister,
pero la tradición era que los varones llevasen el título. Malditas costumbres.
¿Qué le quedaba a ella ahora? Esperar a que Padre la casara con cualquier
indeseable… Pero la situación en esos momentos no era la mejor para buscarle
pretendientes. Tras la muerte de Lord Rickard y Brandon Stark, el señor de
Bastión de Tormentas se había levantado contra el rey Aerys y a él se habían
unido Invernalia, el Valle de Arryn y la Región de los Ríos, de manera que era
difícil decidir por un marido adecuado a las circunstancias. Su padre había
preferido mantenerse al margen y ver cómo se desarrollaba todo. Cersei intuía
que, una vez finalizado el conflicto, la casaría con alguien perteneciente al
bando vencedor. Otra vez era una mercancía que vender al mejor postor. Si ella fuera un hombre… Pero no lo era.
Las
comunicaciones eran muy difíciles en esos momentos. Los cuervos eran
asaeteados, tanto para cortar el trasiego de mensajes como para alimentar a los
soldados hambrientos. Era horrible no tener noticias de Jaime. Lo único que
sabía era que Robert Baratheon iba ganando territorio sobre las tropas leales
al rey, logrando importantes victorias en Refugio Estival y Vado Ceniza, y
escapando de sus enemigos en el Septo de Piedra. Se preguntaba cómo sería
realmente ese joven que tantos aliados se estaba granjeando. Le habían contado
que en Harrenhal tuvo una actuación espectacular. Lo describían como un
muchacho alto, fornido, con cabello oscuro y bien parecido. Según decían, ya tenía
algún bastardo en el Valle de Arryn, donde había sido pupilo de Jon Arryn, el
Lord Protector del lugar. A Cersei le daba la sensación de que era un muchacho
aguerrido, capaz de declarar la guerra a Aerys II por una mujer con apenas
dieciocho años, aunque no creía que fuera a ganar el Trono de Hierro. La
dinastía Targaryen llevaba siglos gobernando los Siete Reinos y Rhaegar seguía
siendo el heredero de Aerys. Pensó en que ella podría haber estado en el lugar
de Elia Martell, abandonada por una zorra norteña, porque estaba claro que ella
lo había seducido y convencido para que abandonara a su familia. Si Rhaegar
hubiera sido su esposo, nunca se habría fijado en otra, porque era tan bella
como una Targaryen, así se lo habían dicho muchas veces en Desembarco.
Se
incorporó de la cama y decidió que ese día iba a salir de su cuarto, aun a
riesgo de tropezarse con su padre o con Tyrion. Se vistió y arregló el pelo
sola y bajó a las dependencias comunes. No vio a ninguno de los dos. Imaginó
que Tyrion estaría en la biblioteca. Siguió caminando por el corredor cuando
vio a su padre leyendo un pergamino. ¡Al fin había noticias! Evitó traslucir su
entusiasmo y fingió no haberlo visto. Lord
Tywin la llamó. «Cersei, acompáñame al Salón de Cuentas.» Ella obedeció
con un nudo en la garganta. Una vez dentro, su padre la invitó a sentarse.
Aquel ceremonial la estaba poniendo nerviosa. ¿Serían malas nuevas? «La
guerra lleva en marcha más de medio año y por fin parece que la balanza va a
caer de un lado.» Cersei se retorcía las manos bajo la mesa para que su padre
no la viera. «¿Sabéis algo de Jaime?», preguntó con un hilo de voz. «Sí, de
hecho esto trae noticias suyas. Sigue en la Guardia Real, custodiando de cerca
al rey, el cual, según sus propias palabras, le ha tomado mucho afecto. Eso es
bueno para nosotros.» Ella no entendía por qué, pero tampoco preguntó para no
quedar como una ignorante. Lord Tywin prosiguió. «Si Aerys confía en él, también
confía en mí. Y eso nos favorece. Todo saldrá bien.» Ya no parecía hablar para
ella, sino para sí mismo, como pensando en voz alta. A Cersei se le escapaban
los planes de su padre y su hermano, de nuevo la dejaban fuera por ser mujer.
Tenía claro que ella jugaría un papel de suma importancia en todo esto, no
sabía cómo, pero no permitiría que la dejaran a un lado. Disimuló sus
pensamientos volviendo a preguntar a su padre. «Entonces, ¿Aerys está ganando
la guerra?» Otra vez esa mirada que tanto odiaba, la que le reprochaba «¿Qué tonterías estás diciendo, niña
ignorante?» Se tragó su orgullo y esperó la respuesta. «No. Robert y
Rhaegar se han enfrentado en el Tridente y el príncipe ha muerto. Parto para
Desembarco.» Con esa revelación tan inesperada, Lord Tywin abandonó la sala,
dejando a su hija boquiabierta.
Uy, uy, uy, se pone la cosa emocionante ahora que por fin los Lannister entrarán en guerra, aunque tengo ganas de leer ciertos capítulos de Jaime :D
ResponderEliminarCómo se nota que a Tywin le encanta tener la última palabra :P Esto se va poniendo muy interesante, gracias por otro capítulo, Athena! ;)
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