JAIME
La desilusión de Jaime cuando llegó
a Desembarco fue mayúscula. Su padre y su hermana no estaban allí, porque Lord
Tywin había renunciado al cargo de Mano del Rey como protesta por su
nombramiento como capa blanca. El plan de Cersei había sido un completo
desastre: él en la capital y ella en Roca Casterly. Otra vez separados. Para no
pensar en todo ello, decidió centrarse en sus nuevas obligaciones.
Al terminar el torneo de Harrenhal,
toda la familia real regresó a la Fortaleza Roja. Aquellos que estuvieron
presentes en las justas le contaron el escándalo que se había formado porque el
príncipe Rhaegar había coronado como Reina del Amor y de la Belleza a Lyanna
Stark, una norteña. El disgusto de la princesa Elia, embarazada, había sido evidente.
También se enteró de la presencia de un misterioso participante, el Caballero
del Árbol Sonriente, que huyó de la arena tras derrotar a los representantes de
tres importantes casas y nunca más se supo de él. Le daba rabia no haber estado
allí para verlo con sus propios ojos, pero ya no tenía remedio. Ahora que todos
los miembros de la casa real estaban en Desembarco, su deber era protegerlos.
Los días pasaban con lentitud. El
rey era un maníaco y su esposa evitaba todo contacto con él; el príncipe Viserys
era un niño un poco revoltoso, pero podía soportarse; Rhaegar y su esposa
hacían una vida marital muy convencional junto a su hija, mientras esperaban el
nacimiento de su bebé. El trabajo no era especialmente excitante. Pero una
noche, estando de guardia junto a Ser Jon Darry ante la puerta de los aposentos
de la reina Rhaella, llegó el rey y empezó a golpear la madera, gritando el
nombre de su esposa y hermana. Jaime veía que Aerys estaba más ido que nunca y
temió por la reina. Ésta abrió tímidamente y lo dejó pasar. A los pocos minutos
empezaron a oírse golpes, muebles que caían al suelo y gritos de Rhaella,
suplicando por su vida. Aerys vociferaba: «¡Eres mi esposa y tengo derechos
sobre ti! ¡No te resistas, zorra!» La voz de la reina se acalló y empezaron a
oírse unos crujidos rítmicos y unos gemidos. A Jaime se le puso la piel de
gallina al imaginar lo que estaba ocurriendo allí dentro: el rey estaba
violando a su propia esposa. «No puedo tolerar esto ni un segundo más. ¡Hemos
jurado proteger también a la reina!», gritó Jaime. «Sí», replicó Ser Jon Darry. «Pero no del rey.» El muchacho se quedó petrificado. Lo que estaba presenciando
era intolerable. Deseó mentalmente la muerte de Aeyrs y la subida al trono de
Rhaegar por el bien de los Siete Reinos. Y esperaba que fuera cuanto antes.
Que horrible escena... Pobre Jaime tener que presenciarlo.
ResponderEliminarMe encanta el ritmo que coge la historia, esta casa vez mejor! Volverán a encontrarse pronto los hermanitos?
Chi lo sa... :)
EliminarNo me gustaría estar en el pellejo de Jaime en ese momento... tener que defender a un rey loco no debe ser el mejor de los trabajos.
ResponderEliminarEsto se pone cada vez más interesante, espero el siguiente con ganas >.<
Es un trabajo duro y viene algo peor aún...
EliminarSólo voy a decir una cosa. Bueno, dos:
ResponderEliminar1/ Príncipe de Asturias para Jaime 2013
2/ Tú --- > GRANDE
Cristina
Jajaa, muy bueno lo del Príncipe de Asturias.
EliminarThanks :)
Pobrecito Jaime, tener que presenciarlo todo y defender a un rey loco que cada día degenera más y más... No es de extrañar que la Guardia Real temiera por su propia vida estando a las órdenes y bajo el poder de alguien así :S
ResponderEliminarComo siempre, fenomenal capítulo Athena, ¡a seguir así! ;)
¡Gracias, guapa! :)
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