TYRION
Bajó
todo lo rápido que sus piernecillas le permitían. Ya tenía casi seis años, pero
sus extremidades no lo reflejaban. Sólo su tronco y su cabeza, aunque algo más
grande de lo normal, parecían corresponder a su verdadera edad. La servidumbre
lo adoraba porque era un niño simpático y encantador, siempre con una sonrisa o
una broma ingeniosa para ellos. Nadie en Roca Casterly le recordaba su
deformidad… Sólo su padre y su hermana Cersei. La relación con ambos era fría y
distante, lo que en el fondo agradecía. Lord Tywin era Mano del Rey y pasaba la
mayor parte del tiempo en Desembarco, adonde se había llevado a Cersei tras la
muerte de su madre. Lo trataba con desprecio y, aunque nunca se lo había dicho
a la cara, lo culpaba de la desgraciada pérdida de Lady Joanna. Desde que tenía
memoria, lo recordaba diciendo una y otra vez que era injusto que ella muriera
para dar la vida a semejante engendro, una aberración indigna de la casa
Lannister. Por su parte, Cersei le llamaba Gnomo
y lo miraba como si fuera un insecto. Tyrion sospechaba que, de haber
podido, lo hubiera aplastado con el pie el mismo día en el que nació, al igual
que haría con una cucaracha repugnante. El niño sólo encontraba apoyo en su
hermano Jaime, al que echaba de menos desde que se fue para ser pupilo de Lord
Sumner Crakehall. Las semanas que pasaba de visita en Roca Casterly eran esperadas
por Tyrion con anhelo. Como Cersei, Jaime era un muchacho hermoso y rubio. A
Tyrion le gustaba imaginar que era como él. Al fin y al cabo, a pesar de su
estatura y de que sus ojos eran cada uno de un color, tenía el pelo dorado de los
Lannister, cosa que Cersei veía como un insulto. «Me dan ganas de echarte
hollín de la chimenea para que nadie sepa que eres mi hermano, Gnomo», le decía de pequeño. El niño
lloraba desconsolado ante la amenaza y buscaba a las criadas o a Jaime si
estaba allí, que lo agarraba de la mano y lo llevaba lejos de su gemela. A
veces se preguntaba cómo sus hermanos podían ser tan iguales y tan distintos a
la vez.
Llegó
hasta el patio de armas donde sabía que encontraría a su hermano. Ese año ya
pasaba de los quince, pero Tyrion llevaba casi dos años sin verlo, así que
estaba seguro de que lo iba a encontrar muy cambiado. Volvía a Roca Casterly
tras haber sido nombrado caballero por el mismísimo Ser Arthur Dayne, La Espada del Amanecer. A Tyrion le encantaba
leer la Historia de los Siete Reinos.
Su sueño de ser un caballero como Jaime era imposible, por lo que se conformaba
empapándose de toda la teoría. Anduvo merodeando por el lugar, inquieto,
buscando a Jaime. Éste apareció por una puerta que daba al interior de la
fortaleza y le sonrió con afecto. ¡Qué alto estaba! El muchacho mostraba una
complexión musculosa y parecía mayor de lo que en realidad era. Iba preparado
para un entrenamiento, con un peto, una espada de madera y un escudo. Se pasó
la mano por el pelo largo y se lo ató con un lazo para que no le molestase.
Tyrion observaba el ritual con la boca abierta. Su hermano se acercó y lo tomó
en brazos, haciéndole cosquillas. «¡Ya eres un hombre, Tyrion! ¿Te apetece
probar un poco con la espada?» Al niño se le abrieron los ojos de par en par. «¡Sí, por favor!», gritó. Jaime soltó una carcajada que resonó en todo el
recinto. La voz también le había cambiado: ahora era más grave, más masculina y
parecida a la de Padre. Le dio su propia espada a Tyrion, quedándose sólo con el
escudo. El pequeño empezó a lanzar estocadas torpes, moviéndose con gran
esfuerzo por culpa de las piernas cortas y torcidas. Su hermano lo animaba,
indicándole cómo podía golpear con más fuerza o rapidez. Jaime fingió que había
sido herido de muerte y se dejó caer al suelo, haciendo grandes aspavientos y
riendo. Tyrion se sentía feliz y levantó sus bracitos en señal de victoria.
Estaba encantado porque nadie se interponía entre ellos. Recordaba vagamente la
última vez que Jaime y él estuvieron juntos así, pero no se le olvidaba de la
presencia de Cersei en aquel momento del pasado. También habían estado jugando
a entrenar. Jaime reía ante la torpeza infantil de un Tyrion de cuatro años,
pero calló de repente, incorporándose con celeridad y bajando la cabeza con
vergüenza al aparecer por allí Cersei. La muchacha ni se molestó en fijarse en
Tyrion. Lo rodeó y se puso frente a Jaime, obligándole a que la mirara con un
gesto de su mano sobre la barbilla del joven. Él apartó los ojos con miedo.
Tyrion estaba pasmado. ¿Cómo era posible que ella dominara al que sería el
futuro señor de Roca Casterly? Cersei no dijo ni una palabra. Sólo torció la
boca con mohín de desprecio y pasó un dedo por los labios de Jaime. Después se
marchó. En el lugar se hizo un silencio incómodo. «Jaime, ¿podemos seguir…?»,
había preguntado Tyrion con su media lengua infantil. El muchacho no le dejó
acabar su frase. «Déjalo, se me han quitado las ganas de jugar. Vete de aquí,
por favor.» El niño empezó a llorar de impotencia mientras se alejaba con la
cabeza baja. «Algún día, Cersei, algún día», pensó ahora al recordar aquella
escena no tan lejana.
Jaime es un amor con su hermanito ^^ Y la bruja de Cersei ya va apuntando maneras Zorriles xD
ResponderEliminarQUIERO MÁS. Me encanta. Pobre Tyrion, me da ternura, mucha y Cersei, a esta Cersei se la ve poco alma desde pequeña... Diría que hasta con Jaime, jo, jajajajaja.
ResponderEliminarGracias, gracias, gracias, gracias por escribir esto.
tienes una fan.
Cristina.
Deja de tocar mi fibra sensible xDD
ResponderEliminarYo también me pregunto como Jaime se pudo enamorar de semejante mujer... es odiable desde el primer momento esta Cersei xD
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarQué entrañable es la relación entre Jaime y Tyrion, y vaya con la Cersei, mostrando ya sus zarpas gatunas desde bien jovencita. Si ya de por sí no le cogemos cariño a Tyrion en la saga, leyendo un fin como este me hace quererlo aún más.
ResponderEliminar¡Gracias por otro nuevo capítulo, Athena! Qué ganas de leer el próximo ^^
Jaime me impresiona con esa protección que ofrece a Tyrion, creo que me gustaría que su relación fraternal continuase en esos términos, pero esa víbora pequeñita que se alimenta de desprecio me parece que no lo va a permitir, los celos hacia este pequeño se barruntan en el horizonte, seguro que le hace la vida imposible!, madre mía, que ya estoy enganchada y me encanta!, enhorabuena por este nuevo relato y que la Cercei no nos haga sufrir mucho! ( lo llevamos crudo me temo...upss) ;)
ResponderEliminarBesis!!
¡Gracias por los comentarios! Jaime es un amor con Tyrion, pero Cersei... Bueno, a ver cómo va la cosa ;)
ResponderEliminarSois todas un encanto. Muchas gracias por vuestras amables palabras.