JAIME
Fueron convocados en la Sala del
Trono de Hierro de la Fortaleza Roja. El lugar estaba atestado de gente y todos
los capas blancas rodeaban la plataforma donde estaba el trono. El rey ya
estaba allí, con su descuidado aspecto y la mirada enloquecida, acompañado de un tipo con pinta de piromante.
Una de las puertas laterales se
abrió, dejando paso a dos guardias que arrastraban a un joven con las manos
atadas a la espalda, las ropas sucias y una cota de malla. Llevaba la cabeza
baja, ocultando su rostro. Lo seguían dos guardias más que acompañaban a un
hombre ya maduro enfundado en armadura que tenía un huargo dibujado en la
pechera de metal. «Norteños. Me pregunto quiénes serán», pensó Jaime. El muchacho
prisionero alzó la cabeza. ¡Era Brandon Stark! Dedujo que el caballero con
armadura era su padre, Lord Rickard, señor de Invernalia. Un sexto sentido le
decía a Jaime que aquello no pintaba nada bien para los dos hombres. Empezó a
ponerse tenso y a mirar a sus compañeros de la Guardia Real. Ninguno transmitía
sentimiento alguno, eran como estatuas rodeando a Aerys.
Un lacayo se adelantó y leyó los
cargos: amenazas y horribles crímenes contra el rey y su familia. Jaime recordó
haber oído algunas conversaciones entre los soldados que custodiaban la
Fortaleza desde las almenas, conversaciones relacionadas con la llegada de
cierto grupo de jóvenes que habían acusado a Rhaegar de secuestrar a Lyanna
Stark, la bonita joven que vio en Harrenhal. Él sentía simpatía por el príncipe
dragón, desaparecido sospechosamente varias semanas ya, pero entendía que los
norteños pidieran justicia si era verdad que su hija y hermana había sido
secuestrada por Rhaegar. Imaginó que era Cersei y notó la rabia correr por sus
venas. No dudaría en matar a quien le hiciera daño.
Leída la acusación, tomaron a
Brandon y le pasaron una cuerda de cuero por el cuello, atando un extremo a una
argolla de la pared. Lord Rickard exigió al rey un juicio por combate. Ya no
era un muchacho, pero se notaba que aún conservaba fuerza para luchar y se
presentó como campeón de su hijo. El rey pareció aceptar sin problema. Se levantó lentamente de su trono forjado con espadas, cuidando de
no cortarse, extendió su brazo delgado lleno de costras y señaló una tea con un
dedo huesudo rematado con una uña larga, sucia y curvada. «Elijo al fuego como
mi campeón. Quiero ver cómo se derrite un hombre de nieve.» Jaime ahogó un
grito y miró a Ser Gerald Hightower, que no le devolvió la mirada. ¿Qué
pretendía el Rey Loco? ¿Es que nadie
iba a mover un dedo ante semejante injusticia?
Dos
soldados tomaron a Lord Rickard, lo ataron y lo colgaron del techo con una
cuerda. Otro encendió una pira a sus pies. Brandon forcejeaba, impotente al
tener las manos atadas a la espalda, con el rostro suplicante. Aerys se levantó
y dijo: «Te voy a dar la oportunidad de salvar a tu padre. Aquí tienes una
espada.» Un soldado se acercó, soltó las manos a Brandon y depositó una espada
a unos pocos centímetros del muchacho. Jaime respiró aliviado, viendo que se le
ofrecía al joven Stark una posibilidad de acabar con la tortura de su padre.
Éste ya empezaba a gritar y un olor nauseabundo se extendía por el Salón. Jaime
animaba mentalmente a Brandon, que se esforzaba por alcanzar la espada,
cruelmente colocada para que sólo la rozara con las puntas de los dedos. Lord
Rickard emitía unos alaridos que parecían los de una animal en el matadero.
Algunas de las personas presentes se tapaban la nariz con pañuelos, pero nadie
abandonó el lugar. Jaime no soportaba más la tensión, ver lo que allí se estaba
haciendo. Había oído a Aerys violar a su esposa y ahora tenía que presenciar
otra injusticia más. Rozó el puño de la espada al tiempo que apretaba las
mandíbulas. Estaba a pocos centímetros del rey, era cuestión de unos segundos
desenfundarla y cortarle el cuello… Ser Gerold Hightower le tocó el brazo, como
si supiera de sus intenciones, y le susurró: «Estamos aquí para proteger al
rey, no para juzgarle.» El joven clavó sus ojos en el capa blanca, indignado.
Optó por no responder. Mientras tanto, el grotesco espectáculo seguía su
marcha. Lord Rickard había dejado de gritar, mientras que Brandon se
estrangulaba a sí mismo intentado agarrar la espada. Finalmente la alcanzó,
lanzando un gruñido y cayendo muerto con ella en la mano. Jaime sabía que aquello
era el principio del fin de Aerys. Los que allí habían muerto no eran dos
hombres cualquiera, eran el señor de Invernalia y su heredero, por lo que las
consecuencias serían terribles para los Targaryen. Rió por dentro y cambió
mentalmente de estrategia. Ya no volvería a dejar traslucir el odio que sentía
por el rey, sino que se ganaría su confianza. Y acabaría con él tarde o
temprano, aunque pagara con su propia vida.
Curioso pensamiento el de Jaime, muy calculador sin duda, me gusta e_e
ResponderEliminarJajaja, muy buen capítulo. La locura de Aerys ya era más que evidente pero esto ha sido la gota que colmó el vaso de Jaime. Veremos a ver qué pasa ahora.
P.D.: Al menos ahora no he sufrido, la otra vez fue mucho más duro.
Es un Lannister y ser calculador le viene de familia :)
EliminarEn cuanto al sufrimiento, está claro que con el PoV de Brandon es peor, pero aquí se padece la impotencia de no poder hacer nada :(
:O Pobres Starks *-* Si Jaime ya empieza a pensar de esa forma aquí cuando llegue el momento "Matarreyes"... epic moments, epic moments everywhere *-*
ResponderEliminarEse momento está por llegar :)
EliminarCapitulazo. Menudo horrible destino les deparó a Brandon y a su padre :(, aún no he leído el otro POV pero esta descripción es muy buena, con Jaime debatiéndose consigo mismo ante la impotencia de no poder hacer nada y de ver a un rey tan loco que ya está llegando a su fin. Momento Matarreyes is coming... :P
ResponderEliminar¡Besotes!
Cuando leas el otro PoV sí que vas a sufrir :P
EliminarAinsss, ya me voy preparando entonces... jajaja :P
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